En un mundo bastante absurdo, hay algo que no lo es: Lo que podemos hacer por los demás. André Maltraux.
El domingo teníamos una cita muy importante para ampliar la sonrisa del pequeño Hugo. Allí acudimos, con la generosidad de amiga y la solidaridad por bandera. El día amaneció con reflejos cristalinos, tintes de ternura y con la sensibilidad a flor de piel. El olor a café y prestiños, atrajo a los paladares más exigentes. El cielo observaba, como poco a poco, la plaza del Santiago se iba tornando en color turquesa y a nombre propio; HUGO.
Rubio como los rayos del sol y con una sonrisa siempre en sus labios, nos ganó a todos con solo verlo. Su tierna sonrisa activó la maquinaria del corazón y multiplico por mil, nuestra empatía.
Única misión; ayudar a Hugo.
Único premio; ver su sonrisa.
Después de conocer al pequeño, saludar a su familia y con el sabor del gozo instalado en el brocal de los sentimientos, comenzaron los actos programados para este emotivo encuentro solidario.
Los caminos se vistieron de lirios andantes, de solidaridad y de sentimientos encontrados. A su corta edad, el pequeño Hugo lideró la marcha bajo el paraguas de la ternura y la atenta mirada de su familia.
Unos trotaron al compás del viento y otros acompasaron sus pasos a ritmo de conversación.
Los más pequeños tomaron las calles e inundaron plazas y paseos con su ilusión. Su alegría, nos reportó a la niñez perdida y el júbilo se hizo presente.
Con el paso de las horas el sol se abrió paso entre las nubes y nos calentó de lo lindo, aun así, los cuerpos mantuvieron las energías y el sonido de la música, dinamizó la adrenalina y saltamos a ritmo desenfrenado.
Fue el broche final de un día bañado en solidaridad y esperanza para el pequeño Hugo.