BACKYARD ULTRA

LA PARRA

CRÓNICA BACKYARD ULTRA LA PARRA 2024

¿Por qué? ¿Para qué?

Después de un inicio del viaje bastante animado, el cansancio se había apoderado de cada uno de los viajeros y el silencio me permitía ir pensando en el relato de esta semana.

Tenía que ir poniendo en orden todas las vivencias, los sucesos y los sentimientos del fin de semana y buscar un hilo conductor para unirlo todo.

Florin, Sorin, Verónica y Mariana iban relajados, algunos dormidos, otros simplemente disfrutando de las vistas, de los castillos que íbamos dejando atrás y de la Sierra de Gredos que se veía al fondo con sus picos todavía con nieve.

Cuando estaba intentando recordar los detalles de las dos últimas vueltas, tres pitidos me trajeron de vuelta a la realidad.

Por un momento no tenía claro si esos pitidos habían sido reales o eran un mal recuerdo de alguna de las 42 veces que lo había hecho yo durante el fin de semana.

“Esto debe de ser mi cerebro que me está jugando una mala pasada”, pensé al principio.

“Quizás sea el karma. Sé lo odioso que es escuchar ese pitido una y otra vez y el universo me está devolviendo toda esa mala energía”, me dije a mi mismo.

Los tres pitidos habían sido reales y me estaban avisando de que comenzaba la última vuelta de la Backyard Ultra La Parra 2024.

En realidad, los pitidos me avisaban de que uno de los neumáticos estaba perdiendo presión y que debía parar en la siguiente gasolinera. No me dio tiempo a llegar a ninguna. .



Justo tres minutos después de los tres pitidos, pudimos escuchar un fuerte sonido proveniente de la rueda trasera derecha del coche.

La rueda había estallado. 

Afortunadamente no perdí en ningún momento el control del coche y al ir circulando por el carril derecho pude echarme rápidamente al arcén, donde después de pasar un cambio de rasante, pude parar el coche.

Una vez que vimos que estábamos fuera de peligro y que todos estábamos bien, a todos nos llegó a la vez la misma preocupación. 

Había que llegar al aeropuerto antes de las 19:00. Mi coche no tiene rueda de repuesto y la primera opción era que una grúa nos llevara al taller más cercano a cambiar la rueda. Si hacíamos eso, tenía que dejarles en el arcén en mitad de la autopista e ir a recogerles cuando la tuviera lista.

Esa opción no me convencía nada, así que finalmente, tras muchas llamadas al seguro conseguí que les pusieran un taxi directo al aeropuerto y yo me iría con la grúa hasta mi lugar de residencia en Madrid.

Había pasado casi una hora desde el pinchazo y empezábamos a andar un poco justos de tiempo. La expresión de sus caras había mudado del susto inicial al nerviosismo de pensar que perdían el vuelo.

Al cabo de media hora más, llegó el taxi y allí, en el arcén de la A-5 junto al pueblo de Maqueda, me despedí de mis amigos no sin antes hablar con el taxista para explicarle la situación. 

Parece que lo entendió perfectamente porque a las 18:30 estaban entrando por la puerta del Aeropuerto Adolfo Suarez –  Barajas, con una hora de antelación a la salida del vuelo.

Yo llegaba a casa después de descargar el coche en el taller un par de horas más tarde de lo previsto. Solo en el momento en el que abrí la puerta de casa, dejé la maleta y abracé a mi mujer e hijos, supe que la edición de la Backyard Ultra La Parra también había terminado para mí. 

Al final para mi fueron 84 horas de carrera desde que salí de casa el viernes, todavía a cinco horas del récord de Oriol.

La carrera

Yo ya había participado anteriormente en cuatro Backyard Ultra, las dos primeras de La Parra y las dos primeras de Los Molinos, por tanto, en las otras ocasiones tenía mucha más información de lo que pasaba en carrera.

Esta vez me ha tocado verlo desde el otro lado y lo que he vivido y he visto me ha confirmado que este formato tiene algo especial que ningún otro formato tiene.

El año pasado la protagonista de la carrera fue una pequeña niña que salía a la puerta de su casa en cada vuelta para chocar su mano con la de los corredores. Sé, porque lo viví en mi propia piel y porque muchos me lo confirmasteis, que todos estábamos deseando pasar por ese punto para rellenar nuestros depósitos de ánimos verdaderos.

Este año los protagonistas han sido otros. Más silenciosos, menos destacados, casi invisibles, pero absolutamente fundamentales para los corredores y, consecuentemente para la prueba.

Los asistentes de los corredores.

Lo he venido diciendo desde el día que sacamos los dorsales. Lo más importante de esta carrera es la cooperación, la capacidad para ofrecer tu ayuda a quien la necesite y de pedirla cuando tus fuerzas flaqueen. 

Eso se da en cada vuelta en los corredores y en la propia filosofía de la prueba. Es el asistente el que verdaderamente decide cuando se acaba la carrera. Por mucho que quieras superar tus marcas u otros récords, si no tienes a alguien que te acompañe, que te empuje, que te haga superarte vuelta a vuelta, no tienes ninguna posibilidad de conseguirlo.

Y todo esto, también depende de los asistentes de los corredores.

Las primeras horas de la carrera todo es más fácil. Los corredores están frescos, de buen humor, felices por haber empezado la carrera para la que se llevan preparando muchos meses y todo es suave y sencillo.

Si entre los corredores se iba germinando una relación especial con cada vuelta, lo mismo pasaba con los que nos quedábamos en la base con el único objetivo de que cuando los corredores llegaran tuvieran todo lo que necesitaban, unos aplausos, unos choques de mano, algún abrazo, un hombro para apoyarse en los malos momentos, algo que comer, algo que beber, una silla preparada, un masaje, una manta o simplemente un chiste que les hiciera olvidarse por un segundo de sus dolores.

A medida que pasaban las vueltas esa misma relación especial también iba germinando entre los que nos quedábamos en el pabellón. Allí conocí la paciencia infinita de las mujeres, parejas, de los padres, hermanos, hermanas, hermanas embarazadas y de todas las personas que esperaban tranquilamente la llegada de las personas a su cargo. 

Allí pude ver como dos mujeres miraban a sus parejas destrozadas por el esfuerzo, sin ganas, sin brillo en la mirada y los levantaban con una mezcla de severidad y de dulzura que solo las mujeres son capaces de ofrecer.

Has venido hacer esto y aquí estoy yo para asegurarme que lo consigues porque creo en ti. Ese era el mensaje que se reflejaba en sus miradas.

Una de esas historias me la contaron y la otra la presencié.

A pesar de no ser capaz de entender las palabras entendí perfectamente lo que estaba pasando y la importancia del momento, tanto que a mí mismo me levantó el ánimo para continuar en un momento en el que, os lo confesaré, estaba ya agotado de tantas vueltas.

El pueblo de La Parra

Cuando empezaban a llegar los corredores, muchos de nosotros salíamos para aplaudir una y otra vez a todo el que pasara por allí. Los aplausos eran para todos los corredores porque todos lo merecían y lo necesitaban de igual manera.

Durante muchas horas no estuvimos solos en esos aplausos, sino que los habitantes de La Parra volvieron a demostrar que ellos son igual de protagonistas que los corredores.

Increíble de nuevo la actuación de todo el pueblo en esta tercera edición, animando en cada esquina, en cada bar, en cada salida y en cada llegada. Dudo mucho que ese ambiente se repita en muchas carreras de este tipo y eso es lo que hace a esta diferente.

Esos aplausos son los que han traído a nuestro amigo Florin por tercera vez hasta un pequeño pueblo de Badajoz a miles de kilómetros de su casa. Él no quería ganar este año, quería simplemente volver a sentir esos ánimos y esos aplausos y compartirlos con su amigo Sorin.

Creo que, en realidad, tenía la necesidad de mostrar lo vivido a alguien cercano que pudiera certificar que todo lo que había contado de los habitantes de La Parra era verdad.

El tercer protagonista

Ya hemos hablado de los asistentes y de los habitantes de La Parra.

Sin embargo, en esta tercera edición, como en una buena película con banda sonora épica, hubo un tercer protagonista. 

El tercer protagonista de la carrera no fue visto por nadie. Llegó sin hacer ruido y poco a poco se fue extendiendo por cada una de las sillas, mesas, hamacas y colchones del pabellón.

Al principio estaba instalado por grupos, los de aquí, los de allá, los de un pueblo, los de otro, los de un país, los de otro. Poco a poco fue derribando esas barreras haciendo que las fronteras se fueran difuminando. 

Las palabras que al principio no conseguíamos comprender, iban cobrando sentido con cada kilómetro recorrido. Quizás no entendíamos las palabras, pero entendíamos perfectamente lo que querían decir y lo que querían expresar en cada momento.

Era el momento de empezar a mirarse a los ojos para conseguir comunicar los miedos, las sensaciones, las preocupaciones de cada uno. 

Y eso, queridos amigos, mirar a las personas directamente a los ojos para conseguir ver su alma fue lo que nos sucedió a todos los que compartimos todas esas horas compartiendo ese techo.

El compañerismo, tercer protagonista de la carrera, se instaló entre todos de una forma brutal.

Cualquiera que fuera capaz de llegar de nuevo a la meta era aplaudido por todos porque todos nos alegrábamos de que lo hubiera vuelto a conseguir.

Los corredores se animaban unos a otros, no querían que aquel con el que habían compartido el recorrido de este año, abandonara. No querían porque les dolía ver quebrase esos vínculos invisibles.

Allí estuvo instalado durante todas las vueltas, incluso hasta el momento en el que únicamente éramos cuatro personas en el pabellón. 

En la vuelta 39 cuando las piernas de Sorin casi no podían sostenerle, el campeón rumano se acercó a Félix y con una humildad que me conmovió, reconociendo que el español era más fuerte, le pidió que le ayudara a completar las dos últimas vueltas que le quedaban para superar el récord de su país.

Después del último toque de silbato, salieron los dos juntos con un objetivo común. 

Finalmente ganó Félix, pero no soy capaz de discernir si su sonrisa tenía más que ver con el hecho de haber podido ayudar al otro a conseguir su objetivo o con su propia victoria.

Esos son, para mi que lo veía todo desde fuera, pero desde muy adentro, los grandes protagonistas de la carrera de este año.

¿Por qué? ¿Para qué?, preguntaba uno de los máximos representantes de ese compañerismo que se respiró durante toda la carrera.

Yo te contestaré, querido amigo Alexandre. 

¿Por qué? Porque nos gusta, porque lo necesitamos como el respirar, porque nos hace mejores personas.

¿Para qué? Para poder tener un corazón tan grande como el que tu y todos los que participasteis de una manera u otra en la carrera, tenéis. Porque este mundo necesita personas que estén dispuestas a darlo todo, y no solo en lo deportivo.

Hay que entrenar mucho para eso, así que por muy raro que nos miren cuando lo hagamos, no dejemos de hacerlo nunca porque, aunque parezca que somos pocos por el momento, somos capaces de subir grandes montañas y cubrir grandes distancias si lo hacemos todos juntos.

La tercera edición de la Backyard Ultra La Parra fue todo un éxito. 

En lo deportivo se fulminó el récord de la prueba con un Félix inmenso, concentrado en todo momento, pero dispuesto siempre a ofrecer una sonrisa y una mano a quien se la pidiera.

Sorin, la sorpresa de esta edición, conseguía su objetivo de batir el récord de su país y nos enseñaba a todos que la edad no es más que un número y que la verdadera fuerza sale de la cabeza y del corazón.

Por último, Tiago “Tableta de chocolate” batía también el récord de su país y conseguía el objetivo que traía toda la delegación portuguesa. Al final fue él quien pudo hacerlo, pero ese récord pertenece a todos los que vinieron, corrieron con él y le apoyaron hasta el final.

La Backyard Ultra La Parra 2025

Somos conscientes de que hemos cometido algunos errores y que todavía hay cosas que podemos mejorar. Empezamos desde hoy mismo a trabajar para evitar esos mismos errores en la cuarta edición, aunque desde ya, asumimos que cometeremos otros nuevos.

De eso se trata esta carrera, de ir mejorando, de ir superándose, de intentarlo de nuevo a pesar del cansancio, de autoconocerse y de ser capaces de exigirnos a nosotros mismos dar un paso más, y una cosa os puedo asegurar: eso vamos a hacer.

Cada vez que alguno de vosotros os retirabais, me dabais las gracias de una manera tan verdadera y tan sincera que me emocionaba, para después añadir, “el año que viene vuelvo” acompañado de una sonrisa.

Ese era nuestro premio y lo recibimos 87 veces, así que, sin lugar a dudas, podemos decir que hemos ganado esta edición.

Antes de acabar, que se está haciendo un poco larga la Ñusletter de hoy, agradecer al Ayuntamiento de La Parra por su implicación, para montar, para traer, para llevar, para aportar, para ayudar e incluso para hacer de Taxista. Gracias Ale y José Luis. También gracias a Gori sin el que hubiera sido imposible hacer la transmisión en directo. 

A las familias de Fernando y de Lucía que han trabajado sin descanso para que todo saliera lo mejor posible. Al pueblo de La Parra por animar sin descanso y casi sin horarios a los corredores. 

Y por supuesto a todos los que habéis confiado en nosotros y nos habéis entregado la mejor de vuestras sonrisas, aunque os doliera hasta el último músculo del cuerpo. 

No hay nada más, no, no hay nada más.

Y como estamos en tierras extremeñas y de esa misma tierra de la que está hecha vuestra bellota ha salido uno de los grandes poetas de este país, quiero usar unos versos de una de sus últimas canciones para despedirme hasta el año que viene:

Recuérdame que busque una salida
Si ves que estoy perdido en mi interior
Recuérdame que olvide aquella herida
Que me descascarilla el corazón
Recuérdame de que está hecha la vida
Que a veces se me olvida la razón
Y alégrame esta amarga despedida
Recuérdame de que esta hecho el amor

 

De viento
De puro viento
Me moriré en el intento
Y dejarse llevar por el viento a volar


Y de abrazos
De puro abrazo
Fundidos en un abrazo morir
Y en tus brazos volver a empezar

 

De no quererte dar
Puntos suspensivos
De no quererse dar
Nunca por vencidos


Y no hay nada más
No, no, no hay nada más
No, no, no hay nada más